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  • laugargarella

CUANDO MENOS LO ESPERES


Miro las películas siempre de costado, cuando voy al cine me siento al lado de la pared. En los bares, elijo las mesas de los rincones, de las esquinas (les tengo fobia a las del centro, esas que están en la mira de todos. Jamás me puedo sentar ahí)... Es una cuestión de perspectiva. Siento que así miro yo mejor, que tengo un buen "tiro de cámara" en los ojos, un ángulo que me permite abarcar más cosas sin ocupar el foco. Con la escritura me pasa igual. Necesito correrme a un costado, tomar distancia. Pero no solo como metáfora. También en concreto. Físicamente. Alejarme de mi "escenografía" de todos los días (en lo posible). La mayor parte del tiempo no lo hago por una cuestión de costos. Pero si pudiera, viviría viajando para escribir desde distintas esquinas del mundo. Sonará caprichoso, pero es lo que más me funciona. Lo sé porque varias veces lo hice. Y así como no es "cualquier bar" para crear, ni "cualquier mesa" de "ese" bar, tampoco es cualquier paisaje. Depende de la historia que esté escribiendo que necesite mar, ciudad ó montaña, frío ó calor, algo que quizás sólo a mi me evoca tal ó cual cosa... En épocas de vacas gordas llegué a cruzar el océano buscando inspiración. En otras, me escapé a Rosario, Colonia ó Brasil. Y las veces que las vacas adelgazaban (no tanto como en el último tiempo en la Argentina) pero digamos, cuando no eran tan piponas, optaba por mudarme a mi propia ciudad, como extranjera. Me cambiaba de barrio, me encerraba en un hotel por unos días y jugaba a ser turista en Buenos Aires (literal). Flasheaba que estaba en Finlandia, quizás (un poco exagerado pero si no salía a la calle hacía un esfuerzo en creérmelo) Pero claro, tampoco podía ser cualquier hotel. La onda del lugar también dependía de lo que estuviera contando (y sí, será raro, pero así me funciona...) Hace muchos años, una mañana tardo 4 horas en elegir por internet el lugar exacto. Quiero algo chiquito, cálido, más parecido a una casa con jardín. Algo tranquilo, sencillo. Cuando encuentro la locación perfecta llamo. Y no, no queda sitio (algo bastante previsible dado que llamo para caer el mismo día, en 2 horas) Sin embargo, desde ese lugar me pasan el dato de otro que queda cerca, del mismo estilo. Lo busco por internet. Lo miro y compro. A las 2 horas estoy ahí cual girl scout, equipadísima: cuadernos, biromes, el guión a reescribir, música y notebook. Bingo. De afuera no hay indicios de que eso sea un hotel. Es una casa hecha y derecha que para nada buchonea el hospedaje. Es exactamente lo que buscaba. Tiene un jardín pequeño y mi habitación queda justo ahí, en lo que alguna vez fue un quincho. Esa misma tarde estoy feliz llenándome de hormigas y de ideas en el pasto, en patas. En total creo que somos sólo 2 habitaciones ocupadas, de las 4 ó 5 que hay en toda la casa. Estamos yo-quincho y el señor-altillo (la habitación más linda y más grande) Recién me cruzaré con mi vecino en la mañana siguiente, supongo. Y así va a ser. Día 2 de escritura (lo que más me gusta de los hoteles suelen ser los desayunos así que para recibir la primer tanda de café estoy otra vez cual girl scout "siempre lista") El desayuno es en un comedor minúsculo, de sólo 3 ó 4 mesas... Y es justo cuando me estoy sirviendo el café que escucho otros pasos. El señor-altillohabitacióncara pienso, pero todavía no me giro. Sigo llenando la taza. Recién en cuanto agarro una tostada y me doy vuelta... ahí lo veo, medialuna en mano. Estoy compartiendo el hotel con Viggo Mortensen y me queda la tostada atragantada. Finjo naturalidad, como corresponde. Si va a ese lugar y no al Four Season es porque piensa que ahí, seguro seguro, en ese hotel camuflado de casa no va cruzarse con nadieeee (al menos no con alguien que inmediatamente lo reconozca y se atragante el desayuno). Así que pongo mi mejor cara de "tejuroquenimenterodequesosViggo"... y sigo de largo hasta mi mesa con un piquete de 400 neuronas al mismo tiempo pensando:"eheh...novaleserguionistayquetevayasaunhotelaescribiryjustoteponganaviggomortensenalladoynolevayasadecirnada". No es justo. No está bien. Ya toda la escena es inverosímil. ¿Será una señal? Sí, obvio, tengo que hablarle. No, me muero de verguenza... Pero y si saco el guión de modo premeditadamente casual y lo planto como si fuese una servilleta sobre la mesa justo de cara a la suya... No, no, no, derrapamos, lo último que quiere este tipo es cruzarse con una guionista ahora. Viene acá para que no lo encuentre ni Magolla. Espera cruzarse con un brasilero ciclista, con un corredor de bolsa mexicano, con una pediatra de Mozambique pero jussssto con alguien del cine que le diga "hi Viggo!..." apenas muerde la medialuna, no! En fin, que ahora que lo venía viendo seguido por todo esto del Oscar, me acuerdo de esa anécdota y si pudiera hablarle desde el futuro en esa escena le diría "en el 2019 te va a ganar Freddy Mercury. Igual te lo merecías mucho vos) Y todo esto viene a cuento de algo que nada que ver, que siempre dice mi madre y que esta noche me vino bien recordar... Una frase muy simple pero en la que me gusta creer, aunque suelo agradecerla a destiempo (ella la dice en los tiempos más ásperos, donde la miro escéptica, refutándole): "tranquila hija: nunca se sabe qué puede aparecer cuando menos lo pienses. La vida te puede sorprender en un segundo" y tal vez sea cierto, quién sabe... como encontrarte a Viggo Mortensen desayunando al lado, en una habitación de dos por cuatro.

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