La primera vez que tuve un guión en mis manos tenía 13 años. En aquel momento no sabía que eso era "un guión" (y mucho menos que un día iba a dedicarme a hacerlos) Era una especie de folleto pequeño como un librito casero. Una fotocopia en papel barato que mi hermano Roberto me había traído del cine, fascinado con una película que en ese momento me hizo ver y un poco me aburrió. Era en blanco y negro, hablaban en alemán y eso ya era una novedad porque le daba una musicalidad muy distinta a las demás que había visto. Aunque en ese entonces se me hizo larga, tenía imágenes hipnóticas que no supuse iban a grabarse para siempre en mi cabeza. Un ángel abrazando por la espalda a un hombre que está a punto de morir; escuchando los pensamientos detrás de los rostros cansados de la gente en el tren, admirando el vuelo de una mujer como un pájaro triste en un trapecio; varios ángeles deambulando entre lectores de una biblioteca, susurrando en sus oídos, saludándose entre sí... En un día gris, en pleno Berlín, uno de ellos confiesa a un colega lo mucho que desearía experimentar lo humano... la tinta del diario manchándole los dedos, el olor a café, enamorarse... La película era "Las alas del deseo" de Win Wenders ("El cielo sobre Berlín" originalmente). Justo se la había citado a un productor hace poco... Y a pesar de no entenderla en mi adolescencia, del todo, por alguna extraña razón leí el guión tantas veces que me aprendí varios pasajes de memoria. Ahora pienso en eso como algo curioso; un misterio... Tal vez me preparaba sin saber para lo que iba a darme de comer mucho después. Con la misma intuición también me mandaba al cine aún cuando no quería, como si me susurraran al oído a mí también: "algún día te va a servir". Volví a ver la película de grande y la agradecí y la amé. Creo que es la historia con más poesía que haya visto. De su monólogo hermoso, que repetí en el garage de casa en voz baja tantas veces, mi memoria dejó intacta esta frase: "cuando el niño era niño podía imaginar claramente un paraíso. Ahora apenas puede intuírlo"... Todo esto sólo para decir: gracias Bruno Ganz, buen viaje. El cielo entero sobre Berlín está abrazándote.
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