LA INSOPORTABLE

En una mesa cercana una mujer de unos 63 años planea un viaje soñado con un señor de edad ídem que no parece su esposo, sino más bien un compañero de turno, alguien que conoció en la clase de italiano ó bailando tango y será su partenaire de viaje, un "peor es nada", por cómo se tratan. Nunca vi tal cara de amargura como la de la señora mientras diseña un tour europeo por el que yo me derrito toda entera dentro de mi taza de sólo escucharla. Pero a ella toooodo le resulta un problema. Habla de pasar un par de días en Brujas y frunce inexplicablemente el ceño. "¿Y a qué hora llegamos? ¿A las diez? ¿Y qué, tenemos que salir corriendo de Bruselas para llegar con la lengua afuera?" Sigo trabajando. Cuando vuelvo a mirar ya están por Londres. Otra tragedia! "Toda la vida quise conocer Londres (aumenta el énfasis) TODA LA VIDA. Hace cuánto qué digo que lo único que quiero conocer es Londres? Y qué vamos a estar, sólo 1 día y medio??". La voz del hombre se vuelve inaudible, intenta persuadirla bajito, es una mesa rebatible que va adaptándose al angosto espacio de opinión que ella le deja. Sigo trabajando. Cada tanto no puedo evitar relojear el viaje y montarme en alguna de sus paradas. Acaban de salir de Amsterdam y otra vez expresión de angustia: "¿me vas a depositar ahora la plata? Si no podés, no podés, pero yo te dije, con anticipación tenés descuento, cuánto más cerca de la fecha saquemos más caro nos va a salir. Yo me voy a anotar los precios de ahora para que vos veas porque no tengo ganas de pagar de más". Sigo... Cuando vuelvo a mirar, acaban de cruzar los Apeninos, comieron en Italia, bailaron flamenco en España, cantaron fados en Portugal, y sigue la misma expresión de tránsito lento... Pienso que si así están ahora, camino a Ezeiza nomás esta "sociedad-conyugal-para-un-viaje" se divorcia en el Tienda León. A estas alturas, ya tengo muchas ganas de ser amiga mosca invisible de la mujer, acercarme al oído y zumbarle: "Raquel (sí, se llama Raquel ó Susana) relajá. Estás armando un viaje divino. Ernesto (sí, tiene que ser Ernesto) tu compañero parece tranquilo, se amolda, acompaña... Aflojale 5 minutos a la queja... ó correte y voy yo en tu lugar!!!". No hay caso. Y no me parece lindo criticar pero la veo sufrir tanto por algo tan magnífico que no puedo evitar que me suba como un reflujo el reproche hasta que la oigo decir: "me voy yendo ahora hasta el hospital, que el parte lo dan a la 1..." y de golpe, volantazo. Todas las fichas se me revuelcan de un giro Copernicano y vuelven a acomodarse en mi tablero mental en otro lugar. Quizás no es nada de la película que me hago y realmente Raquel, Susana, Elsa, tenga esa tendencia a quejarse de lo feliz que está y no logre disfrutar, pero quizás también pase otra cosa. Pienso a quién tiene en el hospital, si está con una pata en Europa y con otra en un lugar ingrato, si su cabeza está más tomada por un parte médico que por postales de eurotrenes y montañas. No lo sé. Nunca lo sabré. Sólo vuelvo a pincharme en la frente una nota mental. "Frenar antes de juzgar. Porque nunca nunca nunca se sabe qué hay detrás, de la queja sistemática, de la foto sonriente, de un "todo bien, gracias..."